Un reto, una aventura, una locura, una ruta soñada, una barbaridad, una exageración, qué adjetivo es el que más se ajusta a esta ruta, quizá todos ellos o quizá habría que inventar uno nuevo, que no haya usado nunca antes, para poder definir una de las rutas, sino la más inmensa en cuanto a distancia, desnivel positivo y negativo acumulado, tiempo de pedaleo, paisajes, cambios de clima, adversidades y como no, de satisfacción que he podido disfrutar en el tiempo que llevo dándole a los pedales.
La ruta: | |
---|---|
|
|
Un reto, una aventura, una locura, una ruta soñada, una barbaridad, una exageración, qué adjetivo es el que más se ajusta a esta ruta, quizá todos ellos o quizá habría que inventar uno nuevo, que no haya usado nunca antes, para poder definir una de las rutas, sino la más inmensa en cuanto a distancia, desnivel positivo y negativo acumulado, tiempo de pedaleo, paisajes, cambios de clima, adversidades y como no, de satisfacción que he podido disfrutar en el tiempo que llevo dándole a los pedales.
Ruta soñada.
{loadposition anuncio1izq}
Está claro, que para disfrutar al máximo de todo lo que nos ofrece una ruta, es importante no pensar en exceso en el final, sino saber disfrutar del durante, de cada kilómetro, saber apreciar el paisaje, lo que la naturaleza nos ofrece, ya que poco a poco, casi sin darnos cuenta los kilómetros van pasando, llevándonos irremediablemente al punto donde concluye el evento, en ese momento nos sentimos vacíos, quizá por el cansancio, quizá, por que ya hemos terminado, llegado al final, lo que hemos hecho ha quedado ahí, ya realizado, no se repetirá, todos los momentos, vivencias, imágenes, sensaciones y sentimientos, han pasado a ser de certezas vividas a flor de piel, a simplemente recuerdos en nuestra mente, que se quedan grabados para siempre, como borrones, a los que de vez en cuando accedemos, al volver a ese paisaje, o quizá al contemplar una foto que acertadamente realizamos, o cuando le contamos a un amigo aquello que hicimos una vez o lo recordamos con nuestros compañeros de fatigas.
A lo mejor, todo lo referente a esta ruta, ha sido dejar volar mi imaginación, mis ganas de vivir nuevas experiencias, de realizar nuevas rutas, de hacer cosas que muy pocos han hecho por que, simplemente, nunca han pensado que fuera posible. Cómo se despiertan este tipo de retos, es un misterio, siempre ha estado en mí, hasta que un día se iluminó, quizá solo era cuestión de enlazar rutas como se atan cabos, quizá sólo era cuestión de encontrar a un loco, tan loco como yo, dispuesto a acompañarme, pero a veces, sobre Sierra Nevada, miraba el Mar Mediterráneo con envidia, con deseo, a veces desde el borde mismo de la playa, me giraba para ver los tresmiles que observaban desde su alto aislamiento, incluso con nieve, pensando en lo lejanos que estaban y a la vez, en lo cerca que los sentía.
Importante es encontrar ese loco, que te acompañe, o que yo lo acompañe a él, importante es encontrarlo entre un grupo de locos como el que he tenido la suerte de encontrar, aunque está claro que todos estarían dispuestos a venir junto a mí en este reto, que todos hubieran disfrutado tanto o más que yo realizándolo, también está claro que esta ruta está reservada para unos pocos, que por fuerza, sean capaces de ver pasar los kilómetros sin parar de pedalear, sin desesperar, aguantando cada repecho, con las mismas ganas y energía con el que se enfrentaron al primero, deseando llegar, pero disfrutando también del momento vivido y valorando lo ya hecho como una parte ya superada, como un triunfo sobre la ruta total.
Para mí ese compañero ha sido Javi Martín, al que le estoy muy agradecido, por que sin él hubiera sido difícil realizarlo, encontrar a otro dispuesto a no pensar en la distancia, en el desnivel, pero si en ver el valor y la importancia de llegar al final, en estar tan enamorado como yo de la concepción de la ruta, de la dificultad de la misma, de sentir la fuerza y energía, de ser capaces de superarnos, de no importar lo que quedara, sólo lo que ya había pasado y de bautizarnos de nuevo en agua de mar, con el mejor sabor de boca, con las imágenes grabadas y frescas, sintiendo alegría y satisfacción desbordada e incontrolables, con la sensación de que por fin, todo ha merecido la pena, aunque ciertamente cuando dimos la primera pedalada, ya sabíamos que esto era así
La mañana comienza temprano, como en otras ocasiones, es fundamental aprovechar el frescor que la madrugada nos ofrece. A las siete menos cuarto, recojo a Javi y nos ponemos en el punto de encuentro habitual, por si alguien ha decidido acompañarnos en la subida o los kilómetros iniciales. Las primeras luces del alba empiezan a dar un poco de luz al oscuro y profundo cielo, no viene nadie, comienza la ruta.
Rumbo a Pinos Genil, por la antigua Carretera de la Sierra, hemos decidido que es fundamental no entretenernos en exceso en la ascensión al Veleta, ya que no sabemos lo que nos aguarda desde Órgiva, así que descartamos alternativas como el Camino de los Neveros o Haza Llana, después se confirmará que la decisión es más que acertada.
No tardamos en empezar la subida de verdad, desde Pinos Genil, las primeras rampas y curvas, entre cultivos, arropados por el frescor del alba, en las que nos tenemos que reprimir muchísimo para no rodar más fuertes de la cuenta, aguantar el ritmo al principio también es fundamentar, para garantizar que nos quedan suficientes fuerzas para afrontar la segunda mitad del recorrido.
Junto a nosotros, un compañero de Guipuzcoa, que está de vacaciones y ha aprovechado para salir con la flaca, nos va preguntando cosas sobre la subida y por dónde realizarla, luego, tras cubrir su curiosidad, junto a nosotros en silencio, va afrontando la pendiente, hasta que nuestro ritmo no es suficiente para su desarrollo, despidiéndose de nosotros, mientras vemos sus delgadas ruedas perderse en la siguiente curva. Nos lo encontraremos unas horas después, en las últimas rectas del Veleta, nosotros subiendo, el bajando, satisfecho de haber llegado a la cumbre y agradecido a nuestras indicaciones.
Entre bostezos, conversaciones y silencios, vamos avanzando, llevamos un buen ritmo y casi sin darnos cuenta, estamos ganando muchísima altura, en breve un tímido sol comenzará a iluminarnos, cada vez más convencidos de que hemos acertado saliendo tan temprano, nos calamos nuestras gafas de sol y seguimos disfrutando del fresquito que antes nos ofrecía el amanecer y ahora nos garantiza la altura ganada.
El Dornajo se presenta ante nosotros, paramos por primera vez en lo que llevamos de ruta, una barrita y un Aquarius, un par de fotos y a disfrutar de las vistas del Valle del Genil y de Güejar Sierra, que desde aquí, parece una postal, antes de continuar por las Sabinas y por nuestros recuerdos, por que pasando por aquí, es inevitable que nuestra conversación se centre en momentos y anécdotas de la Sierra Nevada Límite, sobre todo memorando cómo íbamos por este punto aquel día y cómo subimos ahora, las diferencias, son un abismo y al grito “Que poyuos sois”, dibujado con sangre verde Granabike en la carretera, continuamos la ascensión que nos devuelve, cuando salimos del bosque, a la inmensa vista de Granada, de gran parte de la media montaña y de pueblos de la vega y de la Sierra, como el propio Güejar, que ha disminuido de tamaño desde la última vez que lo vimos. Esta vista es sorprendente y no te puede dejar indiferente comprobar la cantidad de metros que hemos subido y como el paisaje se ha ido modificando casi de forma imperceptible a nuestros ojos hasta ganar las Sabinas, donde la inmensidad de Sierra Nevada que impregna el espíritu de las grandes moles de más de tres mil metros que ahora se abren a nuestros ojos, se plasma allá donde mires. Sabemos que allí, en lo más alto, está nuestro destino, que supone el primer paso imprescindible para superar el reto y forjar en nuestra memoria un memorable día.
Una brisa fresca nos avisa, una dificultad añadida, con la que no habíamos contado o quizá no queríamos contar, el viento, sin saberlo se iba a convertir en otro compañero de viaje, pero un compañero ingrato, de los que te empujan hacia atrás y quieren impedirte proseguir.
No tardamos en llegar a los Albergues, tras superar el paso de las Sabinas y la zona de los Peñones de San Francisco, donde vas viendo acercarse las construcciones poco a poco y te tienes que armar de paciencia para no forzar el ritmo.
Son las diez de la mañana y es muy buena hora para hacer una parada en el Albergue Universitario y resguardados del viento, tomar un café y una tostada antes de proseguir el ascenso, sabemos que nos queda la parte más dura, esos trece kilómetros que pueden resultar interminables, pero que son paso imprescindible para continuar con la aventura.
De nuevo sometidos al fresquito y al viento, nos asomamos junto al Albergue Militar al barranco del río San Juan, apreciando el Albergue de San Francisco y el sendero de Haza Mesa, los protagonistas de la Corpus Extreme 2008. Pasamos bajo la barrera, hay que seguir, la subida es muy continua, salvo en los tramos en los que nos da el viento, donde parece que se empina de golpe, que alguien te sujeta, tras la Virgen de las Nieves y el cruce de Borreguiles, tenemos que superar el serpenteo de la carretera en una zona en la que se pierde la perspectiva del paisaje y de la posición en la que estamos, aunque sabemos que cada curva superada es un nuevo granito de arena que se suma a la playa que nos espera.
Damos de nuevo vista, tras una recta, a Borreguiles que nos observa desde abajo y al veleta, que lo hace desde arriba aun distante y altanero. Proseguimos, el viento es fuerte y en más de una ocasión, nos desvía de nuestra trayectoria, nos quiere tirar, pero en alguna curva, deja de silbar y de nuevo la calma, el silencio, inunda nuestros oídos, una tregua hasta que regresamos a su agitación en la siguiente recta.
Buen momento, el paso por las Posiciones, para parar junto a la entrada del Veredón, estamos tardando más en superar este tramo de lo pensado, pero el viento es implacable y no podemos más que tomárnoslo con calma. Con las impresionantes vistas del Guarnón, Veleta, Alcazaba y Mulhacén nos tomamos una barrita, antes de proseguir con la mirada puesta en nuestra siguiente parada, la misma cumbre del Veleta.
Observamos los Tajos Altos y ya ganada su altura, las últimas curvas de asfalto dan paso a la pista de tierra que acaba junto a la cumbre y tras un corto sendero, estamos en el vértice geodésico, a 3396 metros de altura, en nuestro interior una gran satisfacción, hace viento, pero esto no nos impide respirar, disfrutar de las vista, echar algunas fotos y ser conscientes de que reto es posible, de que ya hemos superado la peor parte del mismo y quizá, de que este punto es de no retorno, estamos en el techo, a partir de aquí, ya no hay marcha atrás, sólo mirar hacia el final.
Conversamos animadamente con la gente que está sobre el pico, de dónde venís, a dónde vais, aunque nuestra respuesta, les sorprende de sobremanera. Hace mucho viento y nos enfriamos, hay que quitarse de en medio, así que descendemos hasta la Carihuela, donde paramos para disfrutar del bocadillo atónitos ante el paisaje de la alta montaña, presidido por la cumbre del Mulhacén, conscientes de que vamos muy bien en la ruta y comentando lo que nos queda por delante, una voz conocida nos sorprende a nuestras espaldas, “¡Hombre, Ramón, no te pierdes una!”, a nuestras espaldas, nuestro amigo Paco Catena y un acompañante aparecen por el collado sonrientes, se dirigen hacia Capileira, por una ruta que aun no han decidido y están como nosotros, satisfechos de haber completado ya la subida.
Emprendemos el descenso, sabemos que nos queda mucho por delante y lo hacemos de forma sosegada para no sufrir avería alguna, ya que en la parte inicial, las lascas son auténticos cuchillos. Pero estos primeros kilómetros, están salpicados de repechos que nos hacen recuperar rápidamente el cansancio en las piernas, que guardan memoria de lo que ya hemos hecho, aunque parecía que todo es bajar, no es así y tenemos que ir superando el desnivel que nos sitúa sobre los Raspones de Río Seco, sobre Vistavientos en Loma Pelá y por último sobre la Caldera. Eso sí, desde este punto, ya en la ladera del Mulhacén y surcando el barranco del Poqueira enlazamos una endiablada bajada que nos permite perder altura muy rápidamente. A pesar del cansancio, del dolor en las manos y las muñecas, debemos de estar atentos, alerta, es fundamental para trazar correctamente y no sufrir percances. En el Mirador de Trevelez, paramos para echar la vista atrás, la pista está más limpia, por el paso de vehículos, ahora si, podemos bajar más rápido, pero de nuevo el viento, hace acto de presencia, tanto, que debemos de seguir pedaleando para no perder fuelle.
Desde la Loma de Piedra Blanca, con la gran panorámica de la Alpujarra y la Sierra de Lujar, salpicadas de nubes, nos volvemos para observar las lejanas cumbres de Sierra Nevada, ya están a mucha distancia y altitud, parecía que no habíamos avanzado nada, que no habíamos bajado, pero nos equivocamos, estamos a 2400 metros de altura y esa parte de la ruta se quedó como una anécdota, la certeza de que toca atravesar la Alpujarra está ante nosotros y también la decisión de afrontar el resto de la ruta por Lújar o por Vélez de Benaudalla.
Proseguimos el descenso, inmersos en un espectacular bosque de pinos, curva a curva, recta a recta, no dejamos de descender, como no, tampoco de seguir dando pedales, llegando a la Hoya del Portillo, de nuevo una barrera que superamos por debajo, continuando el descenso, viendo acercarse los pueblos blancos, el asfalto y por fin Capileira, primer rastro de humanidad y urbanidad desde que abandonamos la zona de Prado Llano, muchos kilómetros atrás.
Paramos a comer, estamos en Capileira y llevamos casi 90 kilómetros de ruta, una soleada terraza junto a la calle principal y un buen bocadillo, comer bien, es importante para mantenernos encima de la bici, poner la espalda sobre una silla, también. Se nota la diferencia de altura, el calor ha aumentado bastante con respecto a la alta montaña y será también protagonista, junto con el viento, que no ha dejado de soplar desde que empezamos a perder altura.
Llenamos nuestras reservas de agua en la cristalina fuente y reanudamos la bajada, pasando por Bubión y Pampaneira, desde la Central Eléctrica, el asfalto tiene que ganar la Loma del Pozuelo, nuestras piernas, que llevaban tiempo sin empujar los pedales para subir, les cuesta de nuevo coger el ritmo, pero la ascensión es suave y rampa tras rampa, no tardamos en superar la dificultad y proseguir el descenso.
Casi cansados de bajar, llegamos a Órgiva, durante el descenso, hemos observado atentamente la Sierra de Lújar y la ascensión de la carretera del Contraviesa, decidimos, que será investigada otro día y optamos por la variante de Vélez de Benaudalla que creemos, será más amistosa.
Atravesamos el puente del Guadalfeo y giramos a la derecha por el túnel, no sabemos lo que falta, lo que queda por subir ni lo que tardaremos y empezamos a enfrentarnos a nuevos repechos que van alejándonos poco a poco del lecho del río. Lo que si sabemos es que cada subida, cada recta, cada curva superada, es un paso necesario que nos acerca más a nuestro destino, a hacer realidad nuestro sueño, a superar el reto.
Noto un fuerte calor en los brazos, un fuerte picor, el sudor de nuevo abre mis poros, el sol es intenso y a estas alturas ni el viento mitiga la temperatura, sólo nos impide avanzar. Me levanto las gafas y observo como los brazos y las piernas lucen un rojo intenso, definitivamente me he quemado las partes expuestas al sol y sin darnos cuenta, nuestro paso por la alta montaña, ha dejado también su marca sobre nuestra piel.
Empezamos a dar vista a la cola del pantano de Rules, a la N-323, sabemos que nos vamos acercando a Vélez y esto nos anima a seguir, a pesar de desconocer la dureza de lo que vendrá detrás. Por fin, pasamos bajo la autovía en construcción y llegamos a una de las nuevas rotondas, inmersos en el tráfico de la zona, durante apenas un kilómetro, tardamos sólo unos minutos en pasar junto a la Presa y el puente y seguir de frente, mientras el resto del tráfico se queda a nuestras espaldas, de nuevo, por un carretera antigua, que desprende historia, para atravesar la población de Vélez de Benaudalla.
Al final del pueblo, unos amables abuelos, nos sirven de señales, que brillan por su ausencia en el cruce. Toca volver a subir, hasta la Gorogoracha, el calor, los kilómetros, las ganas de completar la ruta, el desconocimiento de lo que nos queda, de darnos un rejuvenecedor baño, se alían como sentimientos encontrados, pero nuestras piernas y nuestra determinación es sólida, seguir pedaleando.
La subida, llena de curvas, no es excesivamente dura, pero con 120 kilómetros en las piernas y la ascensión al Veleta, casa cuesta es difícil, poco a poco, ganamos altura por una carretera muy marcada por la gran obra de la A-44, que pasamos, por debajo, junto a ella y por encima sucesivamente. Sabemos que no debe de quedar mucho, sabemos que no debe de subir mucho, aun así, proseguimos dando pedales, no hay otra.
Por fin damos vista a la cresta de la montaña, a la pequeña boca del túnel horadada en ella, por la que pasamos, al final de él, un azul intenso, que no es el cielo, nos espera, por fin, el mar, el Mediterráneo, está ahí, lo hemos conseguido, allí está, no podemos dejar de parar junto al borde de la carretera, observar la vega, la carretera descendiendo, Torrenueva, el mar, lo hemos conseguido, ahora si. Podíamos, lo hicimos, ya estamos, ya no hay más subidas, sólo llegar, casi ya estamos sintiendo el agua en nuestros pies, enfriando las quemaduras de los brazos, aliviando la tensión de las piernas.
Felices, exultantes, volvemos a retomar la conversación, muy intermitente en los últimos kilómetros, marcados por el cansancio y que ahora se centra en la satisfacción, en la alegría, en intentar comprender de lo que hemos sido capaces y en bromear sobre qué será lo siguiente.
Aunque no hay que vender la piel del oso antes de cazarlo, aun nos queda pedalear hasta Playa Granada, pero sabemos que sólo la misma alegría que tenemos encima guiará nuestras piernas. Curveando por el caracolar llegamos al mismo centro de Motril, nos dejamos caer por sus calles, no era un sueño, estamos en Motril, salimos hacia el puerto, el viento frío del veleta, caliente de la Alpujarra y molesto en todo momento, ahora es una brisa apacible, agradable, que nos trae olor a mar, sabor a sal y nos atrae hacia su origen, la playa.
Proseguimos por carreteras pequeñas, entre naves, cañas de azúcar hasta la urbanización de Playa Granada, allí nos espera el coche que estacionamos la tarde anterior, muy contentos y también cansados, miramos hacia atrás, Sierra Nevada está tapada por las nubes, pero hoy más que nunca, sabemos donde está y lo que cuesta llegar hasta allí.
No tardamos en cambiar el culote por el bañador y sumergirnos en el mar, una sensación de ingravidez, de templada calidez, de bienestar, nos inunda, nuestros músculos, por fin hacen otra cosa que no es pedalear, tumbados en la arena, mientras nos secamos de nuestro primer chapuzón, aterrizamos, lo hemos hecho, impresionante.A pesar de intentar transmitir con mis palabras la extensión de la ruta, es difícil definir todo lo sentido, todo lo vivido, durante casi 150 kilómetros de recorrido, durante los miles de metros de desnivel positivo y de desnivel negativo. Aunque espero, en parte, haberlo conseguido, que leyéndome, hayáis podido acompañarnos en este viaje, como buenos compañeros que sois, por que en nuestro corazón, todos veníais, por que no hemos sido dos los que hemos cumplido el sueño, sino que con esos dos, Granabike lo ha hecho.
Un placer hacer los sueños realidad, gracias Javi, gracias a todos.
{loadposition anuncio2}
Perfil 1 de la ruta |
---|
Perfil 2 de la ruta |
---|
{loadposition anuncio3}
Ortofoto interactiva de la ruta |
---|
Para descubrir algunas de las posibilidades de este sistema pasar el cursor por el perfil. La tecla TERRAIN ofrece combinar distintos modos de visualización que adicionalmente con el zoom (+-) aportará máximo detalle del terreno. Además la tecla MORE ofrece opciones adicionales de interés general. |
{loadposition anuncio4}